Mercados Rurales Solidarios: Alimentando la Cultura

04 diciembre 2024

Pensar los medios de vida en Colombia y especialmente en Buenaventura resulta complejo por las condiciones que enfrentan pequeños/medianos productores y productoras para la siembra (persistencia del conflicto armado, violencia y despojos territoriales), cosecha/crianza/transformación (infraestructura, herramientas, equipos) y comercialización (ubicación geográfica, vías y costos de transporte) de los productos.

A pesar de esto, las ideas, iniciativas, pequeñas y medianas producciones brotan todos los días en el territorio como un medio de resistencia en el marco de la soberanía alimentaria y la pervivencia de usos y costumbres ancestrales, lo que evidencia las múltiples posibilidades para crear, sostener y multiplicar procesos productivos o emprendimientos, consolidando cada vez más el mercado local.

El impacto socio-económico generado por la pandemia desde el 2020, sumada a la actual coyuntura del Paro Nacional-2021, desencadena una emergencia humanitaria que para la población vulnerable, víctima y migrante recrudece la insatisfacción de sus necesidades básicas y alta vulneración a los Derechos Humanos y Derechos fundamentales. Frente a esta emergencia social el Servicio Jesuita a Refugiados, con el apoyo de la Oficina de Población, Refugiados y Migrantes del Gobierno de los Estados Unidos (PRM),  ha tenido que establecer medidas de contingencia y flexibilización que promuevan múltiples rutas de emergencia de atención para la población más afectada.

Precisamente, garantizar la alimentación, fortalecer los medios de vidas y sustentos propios, acompañar jurídica y socialmente en garantía de los Derechos y la respuesta humanitaria oportuna e integral hacen parte de los ejes a los que se ha estado llamados a priorizar. Mercados Populares: Respuesta humanitaria inclusiva.

Para muchas personas, la calle se ha convertido en la feria y mercado cotidiano, donde las dinámicas informales se posicionan como una alternativa para la compra-venta de productos y así mismo como medio de vida en una ciudad llena de laberintos por explorar. Se tiende a pensar que la economía deseable para las personas está en el turismo, grandes centros comerciales, las marcas internacionales, entre otros, pero está claro que se deben reconocer -a partir del diálogo y las experiencias con las personas locales- que los espacios de disputa económica por sobrevivir están en los barrios, en las calles y en el día a día, no solo en temporadas centralizadas y elitistas. Con esto en mente, se ha pensado construir una propuesta alternativa para consolidar, fortalecer y reconocer estos espacios populares que responden no solo a los proyectos de los y las emprendedoras, sino también, un mercado local a partir de las dinámicas propias del territorio.

A través de la gestión de estos espacios se busca sembrar semillas y lazos solidarios a partir de hacer un llamado a (re)apropiarnos de la economía que también depende de la administración, personal y colectiva, que permite que los recursos y potencialidades del territorio crezcan con fuerza. Esto, además busca hacer un llamado desde los pequeños productores y productoras a que la economía del territorio debe partir de la vida, de la administración, el cuidado de la casa común y de las micro-economías locales desde el pueblo y para el pueblo.

Otra forma de relacionarse y producir muchas de las ideas productivas o emprendimientos en el territorio tienen características compartidas a la hora de desarrollarse. Aunque muchos de los productos que ofrecen no son los mismos, hay detrás un trabajo que los acompaña en su cotidianidad; su experiencia trae consigo un rescate de tradiciones y conocimientos sobre la forma de trabajar, que desde sus familias y comunidades fue enseñado y hoy en día se convierte en un medio de vida.


La experiencia que carga cada una de las personas es invaluable y la única certificación que pueden ofrecer es que su producto se destaque entre los consumidores, genere gusto y apropiación. Para esto se emprenden largas jornadas de trabajo en la ruralidad, en los hogares y en las calles, dando a probar, intercambiando y vendiendo. Aunque no ha sido fácil este último año particularmente, se han encontrado posibilidades por lo que el primer paso para poder generar los espacios de mercados solidarios se deben dar a partir de la escucha, el intercambio, la solidaridad y la integración.